Es posible, pues el saturnismo es el envenenamiento por plomo y el Homo sapiens (hombre degustador) empezó a practicarlo consigo mismo y con su prójimo desde hace unos ocho mil años. Los romanos usaban el “azúcar de plomo” (acetato de plomo, entre otros nombres) para endulzar el vino. Unos dos siglos antes del inicio de la era común, ya se sabía que este metal era tóxico. Vitruvio, uno de los ingenieros de Julio César, recomendaba que el agua fuera conducida por tuberías de barro en lugar de plomo, pues de ese modo el líquido era más saludable. El plomo, en cambio, le confería propiedades patógenas. Unos decían que producía anemia, otros que gota, y así siguieron especulando durante siglos. Aunque nunca estuvieron de acuerdo sobre la acción maligna concreta que este metal producía, todos concordaron en que no era nada bueno para la salud.
Se dice que en el Viejo Oeste la incidencia de muerte por plomo introducido en el cuerpo en forma de balas de pistola era extremadamente alta. (En la foto se aprecia uno de los últimos pobladores de esta región legendaria empuñando un dosificador de plomo.) Se ignora si la tasa de muerte por tal causa ha descendido, aumentado o es tan sólo ruido estadístico o periodístico, como lo asegura La Autoridad cuando se habla del aumento de esta forma de saturnismo masivo en el llamado DF.
En el siglo dieciocho, la ciudad norteamericana de Boston, gran parte de cuya población era entusiasta tomadora de ron, padeció lo que prácticamente fue una epidemia de envenenamiento por plomo. Fue el resultado de que buena parte de los tubos de los alambiques donde se destilaba el ron eran de plomo.
Más o menos en la misma época, o sea cuando empezó El Progreso, además de soldaditos de plomo, se fabricaban muchos objetos del peligroso elemento, cacerolas, ollas, cochecitos, pinturas y soldadura del mismo material.
Más hacia nuestros días, al perfeccionarse los motores de los vehículos, se necesitó una gasolina cuyo octanaje (que mide la resistencia de la gasolina a encenderse por la mera compresión y no por la chispa sincronizada de una bujía) se elevaba agregando plomo al volátil líquido. Al quemarse en los motores alimentados con esa clase de combustible rico en plomo sus tubos de escape, junto con otros venenos gaseosos, emitían plomo a la atmósfera, a la propia carretera y a los terrenos circundantes. Quzá es el plomo lo que da su particular cuerpo y sabor al aire del DF y otras ciudades avanzadas.
A pesar de los anuncios de que se había eliminado el plomo como aditivo de la gasolina y de que ya no se fabricaban objetos ni pinturas del dicho metal, en el año 2004 unos periodistas investigadores encontraron elevadas concentraciones de plomo en el agua “potable” de Washington, D. C.
En el año 2000 el economista Rick Nevin formuló la hipótesis de que la ingestión de plomo por diversas vías explicaba del 65 al 95 por ciento de la variación de la tasa de crímenes violentos (¿y también la de los no violentos como el incremento del terrorismo de Estado?) en la unión norteamericana.
Hoy en día parece haber consenso en cuanto a que los principales daños del plomo son de tipo neurológico. A veces los médicos dicen, en sus términos científicos: “Si, el plomo es bien malo: se va al cerebro”. Considerando que la densidad del plomo es muy alta, creo yo que lo dictaminado por la ciencia médica debe interpretarse en el sentido de que, al irse el plomo al cerebro, no sólo el individuo afectado se vuelve de ideas pesadas, sino que su centro de gravedad se desplaza más o menos desde el ombligo a la coronilla. Y el individuo con un centro de gravedad en posición tan elevada debe de ser muy propenso a caer y morir descalabrado.
Lucio Loftus
“Los hombres se dividen en 10 clases: los que entienden la numeración binaria y los que no (Hobart, M.—comunicación personal)”.
jueves, 29 de mayo de 2008
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2 comentarios:
¿Si tenemos mucho plomo en el cuerpo, evitaríamos las tan temidas caídas?
Maelstrom, ese de la foto me resulta familiar. ¿Qué andaba haciendo? ¿Se iba a lanzar al monte?
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