jueves, 29 de mayo de 2008

¿El saturnismo es un humanismo?

Es posible, pues el saturnismo es el envenenamiento por plomo y el Homo sapiens (hombre degustador) empezó a practicarlo consigo mismo y con su prójimo desde hace unos ocho mil años. Los romanos usaban el “azúcar de plomo” (acetato de plomo, entre otros nombres) para endulzar el vino. Unos dos siglos antes del inicio de la era común, ya se sabía que este metal era tóxico. Vitruvio, uno de los ingenieros de Julio César, recomendaba que el agua fuera conducida por tuberías de barro en lugar de plomo, pues de ese modo el líquido era más saludable. El plomo, en cambio, le confería propiedades patógenas. Unos decían que producía anemia, otros que gota, y así siguieron especulando durante siglos. Aunque nunca estuvieron de acuerdo sobre la acción maligna concreta que este metal producía, todos concordaron en que no era nada bueno para la salud.
Se dice que en el Viejo Oeste la incidencia de muerte por plomo introducido en el cuerpo en forma de balas de pistola era extremadamente alta. (En la foto se aprecia uno de los últimos pobladores de esta región legendaria empuñando un dosificador de plomo.) Se ignora si la tasa de muerte por tal causa ha descendido, aumentado o es tan sólo ruido estadístico o periodístico, como lo asegura La Autoridad cuando se habla del aumento de esta forma de saturnismo masivo en el llamado DF.
En el siglo dieciocho, la ciudad norteamericana de Boston, gran parte de cuya población era entusiasta tomadora de ron, padeció lo que prácticamente fue una epidemia de envenenamiento por plomo. Fue el resultado de que buena parte de los tubos de los alambiques donde se destilaba el ron eran de plomo.
Más o menos en la misma época, o sea cuando empezó El Progreso, además de soldaditos de plomo, se fabricaban muchos objetos del peligroso elemento, cacerolas, ollas, cochecitos, pinturas y soldadura del mismo material.
Más hacia nuestros días, al perfeccionarse los motores de los vehículos, se necesitó una gasolina cuyo octanaje (que mide la resistencia de la gasolina a encenderse por la mera compresión y no por la chispa sincronizada de una bujía) se elevaba agregando plomo al volátil líquido. Al quemarse en los motores alimentados con esa clase de combustible rico en plomo sus tubos de escape, junto con otros venenos gaseosos, emitían plomo a la atmósfera, a la propia carretera y a los terrenos circundantes. Quzá es el plomo lo que da su particular cuerpo y sabor al aire del DF y otras ciudades avanzadas.
A pesar de los anuncios de que se había eliminado el plomo como aditivo de la gasolina y de que ya no se fabricaban objetos ni pinturas del dicho metal, en el año 2004 unos periodistas investigadores encontraron elevadas concentraciones de plomo en el agua “potable” de Washington, D. C.
En el año 2000 el economista Rick Nevin formuló la hipótesis de que la ingestión de plomo por diversas vías explicaba del 65 al 95 por ciento de la variación de la tasa de crímenes violentos (¿y también la de los no violentos como el incremento del terrorismo de Estado?) en la unión norteamericana.
Hoy en día parece haber consenso en cuanto a que los principales daños del plomo son de tipo neurológico. A veces los médicos dicen, en sus términos científicos: “Si, el plomo es bien malo: se va al cerebro”. Considerando que la densidad del plomo es muy alta, creo yo que lo dictaminado por la ciencia médica debe interpretarse en el sentido de que, al irse el plomo al cerebro, no sólo el individuo afectado se vuelve de ideas pesadas, sino que su centro de gravedad se desplaza más o menos desde el ombligo a la coronilla. Y el individuo con un centro de gravedad en posición tan elevada debe de ser muy propenso a caer y morir descalabrado.
Lucio Loftus
“Los hombres se dividen en 10 clases: los que entienden la numeración binaria y los que no (Hobart, M.—comunicación personal)”.

domingo, 11 de mayo de 2008

Trascendencia de los "errores" de traducción

A nosotros los traductores siempre se nos acusa, con el consabido cliché de "traduttore-tradittore", de distorsionar los textos, las más de las veces por ignorancia. Yo creo que somos ejecutores inconscientes del agente universal que compensa la maldad de las leyes de Murphy. Por ejemplo, de no ser por un anónimo traductor, el cuento de La Cenicienta sería mucho menos poético, pues, según el relato "original", la maltratada chava habría dejado olvidado cuando estaba por sonar la última campanada de su plazo una simple zapatilla de marta cebellina (o de ‘armiño’, como escriben algunos en inútil afán de adornarse). Aquí, el equívoco está en las palabras ‘vair’, marta cebellina, y ‘verre’, vidrio, que el escritor/traductor, en ilegal operación alquímica, transmutó en “cristal”. Yo creo que todo esto de la zapatilla de cristal es uno de los más antiguos precursores del surrealismo. Algunos opinan, por otro lado, que no fue error del traductor sino equívoco deliberado de Perrault, quien para hacer más "poético" el relato se sacó de la manga (o el pie) la cristalina zapatilla.

Pero esta falla simplemente es un paso más dentro del mundo mágico de Perrault. Yo creo que, si se corrigiera la involuntaria o deliberada aportación, el cuento perdería gran parte de su encanto. Mi falla favorita es ésa gracias a la cual se crea el cristianismo: la equivocación del o de los traductores del Antiguo Testamento de la Biblia en hebreo. En esta lengua ‘almah’ significa “mujer joven”, no “virgen”. La palabra para este rarísimo estado de nuestras amigas y compañeras es ‘bethulah’. De no haber hablado el discutido libro de “una virgen” que daría luz a un niño y “seguiría siendo siempre virgen”, tampoco se hubiera embriagado de milagros la imaginación de los que en aquella época hablaban con papas calientes en la boca. Época de decadencia del Imperio romano junto con sus dioses, venidos a menos, ante los recién llegados, un poco tolerados, un poco de contrabando, del Medio y el Lejano orientes. Y bien, en circunstancias maritales, digamos, irregulares, la casta esposa del carpintero José dio a luz, a término, un robusto bebé cuya infancia, adolescencia y juventud son hasta la fecha un misterio, más lumbre para el fuego de la imaginación mística, y cuya existencia adulta sería vertiginosa y abundante en anécdotas que, communicatore-tradittore, pasarían de generación en generación transformándose en hechos “históricos” y base de una de las religiones más generalizadas del mundo actual. ¿Es cierto que la vida de nuestro héroe terminó en lo alto de una cruz desde la cual se le oyó cantar claramente la optimista exhortación "Always keep at the bright side of life"?
Lucio Loftus